Un muro frente a la barbarie :“Si se van los uruguayos, masacran a los civiles”: experto español sobre crisis en Congo

Un muro frente a la barbarie :“Si se van los uruguayos, masacran a los civiles”: experto español sobre crisis en Congo

Por Gerardo Carrasco

El periodista Julio Alonso entiende que hay que confiar “en la experiencia y el profesionalismo” de las tropas uruguayas.

En noviembre de 1884, representantes de doce países europeos, Estados Unidos y el Imperio otomano se dieron cita en Alemania para un encuentro que se prolongaría hasta febrero del año siguiente. En ese largo congreso, conocido como Conferencia de Berlín o Conferencia del Congo, las potencias globales se pusieron de acuerdo en el reparto de África, y el rey Leopoldo II de Bélgica salió favorecido con un territorio que, en líneas generales, coincide con la actual República Democrática del Congo (RDC), el segundo país más grande del continente.

El mapa surgido de esa conferencia se trazó en función de los intereses coloniales, sin parar mientes en la identidad o distribución territorial de los pueblos originarios. Ese dibujo antojadizo, que dividió naciones y agrupó sin razón a otras, es una de las causas de los conflictos que han conmovido a África en las últimas décadas, y en particular al Congo, un país que tiene especial significado para los uruguayos.

A mediados de la década de 1990 la tensión étnica en Congo y la fronteriza Ruanda trepó a escalas inhumanas, desató un genocidio y un sangriento conflicto que se conoce como Primera Guerra del Congo, nombre que deja claro que, por desgracia, no fue la única.

En los albores del presente siglo, la ONU desplegó en la RDC una misión de paz llamada primero Monuc y luego Monusco, y en la que Uruguay participa prácticamente desde el comienzo. Desde entonces, los efectivos uruguayos han debido lidiar allí con peligros diversos, desde la malaria a las hostilidades de un mosaico de grupos armados hostiles.

En los últimos días, a las tropas uruguayas les tocó bailar con la más fea. Primero, un blindado AVGP Grizzly de los cascos azules de nuestro país fue alcanzado por un mortero, un ataque para nada casual y que —como se verá más adelante— tuvo gran carga simbólica. En ese incidente falleció un efectivo y otros cuatro sufrieron heridas de diversa magnitud.

Luego, la tensión creció cuando el M23, principal grupo armado del país, atacó la ciudad de Goma, urbe donde se encuentra la base “Siempre Presente”, sede del contingente uruguayo. Fronteriza con Ruanda, Goma posee un aeropuerto de gran valor estratégico y que se sitúa muy cerca de la mencionada base. Así las cosas, cientos de soldados uruguayos quedaron de la noche a la mañana atrapados en el fuego entre los rebeldes y las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC). Y si bien las tropas uruguayas no son el objetivo de ninguno de los bandos, su posición —al decir del canciller Omar Paganini— es la de “un sánguche incómodo”. En su condición de “relleno” de ese emparedado, otros cuatro soldados uruguayos resultaron heridos por rebotes o esquirlas, afortunadamente todos ellos sin peligro de muerte.

A lo largo de los años del conflicto, la ciudad de Goma ha sido atacada media docena de veces por los rebeldes. Sin embargo, la actual ofensiva es la primera que consiguen hacerse con el control de la terminal aérea.

¿Por qué esta virulenta acción armada se produce justo ahora? ¿Por qué los rebeldes tomaron la inédita decisión de atacar un blindado de la ONU? ¿Qué es el M23 y cuál es su vínculo con Ruanda? ¿Cuál es el trasfondo económico del conflicto? ¿Qué situaciones pueden afrontar los soldados uruguayos en el futuro inmediato?

Para responder a esas y otras preguntas telefoneamos a Madrid y conversamos con Julio Alonso Clerigué, un veterano periodista que desde 1979 ha cubierto innumerables conflictos desde el lugar de los hechos y que —Congo mediante— forjó una relación con Uruguay.

A mediados de la década de 2000, Alonso y su camarógrafo de entonces, Iván Durán, comenzaron a cubrir el conflicto en la RDC, en medio de un panorama complejo y sobrecogedor. Lo primero por lo intrincado de la urdimbre étnica, política y económica que lo generaba, y lo segundo por la violencia desenfrenada que los numerosos grupos armados se obsequiaban entre sí y descargaban sobre civiles inocentes.

En ese país, el periodista español se encontró con militares uruguayos que participaban de la misión de paz de ONU. Y a la hora de pedir su ayuda para causas humanitarias, descubrió que a diferencia de lo que pasaba con otros contingentes, estos sudamericanos estaban dispuestos a echar una mano para mejorar la vida de la gente, aunque sus funciones no los obligaran a tomarse tal molestia.

Así nació una sinergia y una amistad que duran hasta hoy, y es una demostración cabal de los opimos frutos que puede rendir el trabajo articulado de militares y periodistas.

Para ello basta con mencionar dos ejemplos: uno de ellos es el dispositivo de patrulla y alerta temprana diseñado en conjunto, y que permitió una mayor protección de la población de las aldeas congolesas. Otro fue el trabajo al alimón para recabar pruebas que permitieran presentar una sólida denuncia internacional contra Ntabo Ntaberi “Sheka”, uno de los más siniestros criminales de guerra en un conflicto donde no faltan los líderes brutales.

Alonso viaja a Uruguay con frecuencia, y en 2013 el Ejército Nacional lo condecoró con la “Medalla 18 de Mayo de 1811”, por su labor altruista y desinteresada, así como su apoyo al personal subalterno y a las familias de los militares uruguayos.

La zafra de enero para la navidad siguiente

Veterano del conflicto congolés, Alonso recuerda que en enero siempre suele “abrirse algún frente” en el este del Congo

“Creo que lo primero es establecer por qué ahora, porque el cuándo, el cómo y el por qué están ligados”, explica el cronista.

“Debemos tener en cuenta que estamos en enero, momento en el que empieza el período de mayor demanda en Congo y República Centroafricana”, países donde abundan los denominados minerales estratégicos, como el coltán y la casiterita.

“El ataque, o este nuevo contraataque, se produce en un momento conocido como la curva del mineral, y hace que los enfrentamientos recrudezcan”, explica Alonso.

“Todo el mineral que se venda ahora estará en los mercados, ya en forma de productos terminados, a partir de noviembre y diciembre”, dentro de ese celular o esa tableta que le pediremos a Papá Noel. “Estaríamos en una guerra adelantada por los materiales que se van a vender en forma de producto en todo el mundo dentro de casi un año”, insiste.

Uno de los indicios de que esa curva se encuentra bien curvada es la actividad febril que experimenta en estas fechas el puerto tanzano de Dar es-Salam, en la costa del Índico, y que es el punto de concentración de esos minerales. “De las minas se trasladan en avionetas y luego en camiones”, describe el reportero, ruta en la que esa mercancía—a menudo fruto de un verdadero expolio extranjero en territorio congolés— llega finalmente al mencionado hub portuario.

Además, enero es también “el momento en el que cada año se negocia la continuidad de la ONU en la misión de paz”. Por ello, en ese mes todos los implicados ejercen presión y “los grupos armados intentan hacer que la gente se ponga en contra” de las Naciones Unidas.

“Haciendo cuentas en el aire, creo este es el sexto ataque directo a Goma desde 2008. En 2012 el M23 llegó a controlar la ciudad por una semana, pero luego se retiró. Lo que nunca había hecho hasta ahora es tomar el aeropuerto”, subraya.

“Esto no quiere decir que Goma ya haya caído, pero tiene toda la pinta de que está a punto de hacerlo, o al menos no parece haber ahora mismo en el ejército congolés suficiente fuerza para detener a los atacantes”, aventura Alonso durante la entrevista, realizada sobre el mediodía del miércoles 29 de enero.

Al estilo del Tercer Reich

En la Alemania nazi primaba la idea de la conquista del “espacio vital” que el pueblo germano supuestamente debía poseer para alcanzar su esplendor. Esa concepción nefasta disparó un expansionismo genocida hacia Europa del Este y Rusia, cuyos resultados son harto conocidos.

La Ruanda de hoy tiene una superficie similar a la suma de los departamentos de Tacuarembó y Rivera, y alberga a unos catorce millones de seres humanos. Y allí esa idea del espacio vital parece estar a la orden del día.

 

“Ruanda tiene un problema demográfico, no le cabe la gente en el país, y también tiene un problema económico”, relata Alonso. Para la solución de ambos, se le extiende una tentadora solución al alcance de la mano. En el este de Congo, justo al lado de su frontera, hay “una franja de mil kilómetros de minas” repletas de los ya mencionados minerales estratégicos, valiosa mercadería de la que lleva años apropiándose de una forma u otra.

De hecho, el pequeño país exporta estos minerales en una cifra notoriamente mayor a la que surge de sus propios yacimientos, hecho que se explica por la ya descrita ruta desde Congo hasta el Índico.

“Para desarrollarse, Ruanda tiene que legalizar todo el mineral que es sabido que vende” y que es elemento central de su economía, explica el entrevistado, y añade un dato central. “Cuando Ruanda tiene una crisis de acceso a esos minerales, activa al M23 o a otros grupos, y los consigue”.

En opinión de Alonso, Ruanda pone ahora los cimientos de una estrategia para consumar su antiguo anhelo expansionista. “Si no es en esta ofensiva, será en la siguiente, pero procurará anexionarse esa franja que llega hasta la frontera con Uganda. Si Ruanda da ese paso, tampoco sería raro que Uganda buscara su propia tajada en un terreno que la RDC ha demostrado ser incapaz de controlar” hipotetiza.

Los señores de la guerra

¿Por qué las acciones del M23 favorecen a Ruanda? Según Alonso, porque en realidad ese grupo no es otra cosa que “el brazo armado de Ruanda en el conflicto del Congo”, y hace comparaciones con otras de las principales insurgencias de la región, marcadas también por el conflicto entre las etnias Hutu y Tutsi.

“En esa parte del Congo hay cien grupos armados, de los cuales cuatro suelen estar bajo la tutela de Ruanda, y con efectivos y material ruandeses. Esto es sabido desde hace años, incluso porque se ha capturado a oficiales ruandeses en filas del M23, y porque su armamento también suele provenir de ese país”, explica.

A modo de ejemplo, Alonso recuerda un hecho que vivió de cerca.

“En 2008 investigábamos el ataque a unas monjas españolas, que de hecho fueron rescatadas por los uruguayos, y cuando llegamos al sitio nos encontramos con munición del ejército ruandés. Luego, cuando los mismos uruguayos hicieron el análisis de la escena se comprobó que se disparaba desde Ruanda”, narra.

Esta “inversión” en el M23 obedece a la necesidad de Ruanda de contar con una fuerza armada eficaz y organizada en el este del Congo, sin involucrarse formalmente.

A diferencia de otros grupos menos poderosos, como las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) o las milicias Mai Mai, estas últimas “basadas en la leva forzosa” en pueblos y aldeas, el M23 ha tenido una deriva que le ha permitido sobrevivir y crecer a la largo de más de una década.

Conformado principalmente por tutsis —ruandeses y también congoleses—y alineado al nacionalismo ruandés, el M23 nació en 2012 “como un grupo con cierta independencia, pero Ruanda se dio cuenta de que esa misma independencia lo debilitaba”, señala el experto. Eso quedo demostrado en la trayectoria de dos de sus líderes iniciales, Laurent Nkunda y Bosco Ntaganda, peligrosos criminales de guerra que, pese a su agresividad “con su propia desorganización demostraron no ser capaces de completar la faena” que se esperaba de ellos.

En 2013, el M23 sufrió una crisis interna que lo puso al borde de la disolución. Luego, entre 2014 y 2015, “Ruando lo reorganizó y lo transformó en un grupo armado con estructura militar y cuya cabeza estaba dentro de territorio ruandés”, refiere.

“Ahora el M23 es una herramienta perfecta para obtener beneficios económicos, presionar a la comunidad internacional y al propio Congo”, explica Alonso, quien hace énfasis en la naturaleza de la agrupación.

“En el Congo no hay guerrillas, hay grupos armados, y este en particular posee estructura militar, aunque a veces su aspecto no lo sugiera”, dice el reportero, quien entiende que el M23 sabe presentarse, según su conveniencia, con una cara “informal” de grupo insurgente, o con otra más seria, casi de ejército regular.

“La entrada que hicieron [el lunes] en Goma fue un ejemplo. Primero llegó un grupo aparentemente informal, algunos hombres iban armados y otros no, y marchaban cantando. Luego, en medio, venía un grupo mucho más organizado, uniformado y en el que se notaba la presencia de los mandos. Finalmente, detrás venía un tercer grupo seguido por civiles que los iban jaleando. En realidad, iban protegidos y usaban escudos humanos”, describe.

El ataque al blindado uruguayo: una advertencia a la ONU y una señal de un cambio de los tiempos

Alonso enfatiza que el ataque del sábado a un blindado uruguayo en Sake, a 23 kilómetros de Goma, presenta ciertas peculiaridades que lo diferencian de la dinámica del conflicto congolés, y que deberían ser tomadas muy en serio. La primera de ellas consistiría en la agresión deliberada a las fuerzas de la ONU, algo muy poco corriente.

El M23 en las calles de Goma. EFE/EPA/Stringer

El M23 en las calles de Goma. EFE/EPA/Stringer

“Uruguay no es una potencia militar, pero su ejército tiene mucha experiencia sobre el terreno. No es la primera vez que se enfrentan a una situación de estas”

Además, el reportero entiende que el ataque se llevó a cabo con toda probabilidad “con un mortero guiado por láser o mediante GPS”, un tipo de arma que “no encaja” en el escenario y que “es imposible creer que el M23 la tenga, pero sí la posee el ejército ruandés”.

Ese tipo de mortero va unido a un vehículo, “una clase de todoterreno muy pesado, y es capaz de acertarle a una moneda desde una distancia de diez kilómetros”. Para Alonso, ese ataque marca un punto de inflexión y demuestra la llegada de la alta tecnología “a una guerra que hasta ahora siempre había sido un poco más primitiva”, y por buenas razones.

En ese sentido, señala que el modus operandi de los grupos armados en Congo suele basarse en el uso de “armas que puedan ser cargadas por personas”, debido a que en las selvas y bosques del lugar no siempre se puede circular en vehículos. Por ello, no resulta raro ver a rebeldes con bazucas u otros elementos anticarro.

“Hay grupos bien armados, es cierto, pero no con ese tipo de armas. Es como que me digas que el M23 tiene helicópteros, algo que no se creería nadie. Los grupos armados no tienen helicópteros, pero el ejército ruandés sí, y en términos de artillería, hablar de estos morteros es como hablar de helicópteros”, compara.

Para Alonso, la hipótesis más plausible consiste en que el vehículo que portaba el mortero cruzara desde Ruanda y se desplazara hasta situarse a unos cinco kilómetros del lugar donde estaba la tanqueta uruguaya. Una vez allí, desplegó su sistema de localización y el disparo fue juego de niños. “Lo atacaron a conciencia. Hay morteros que pueden caerte encima de casualidad, pero no los de ese tipo”, sostiene.

“Supongo que lo que habrán hecho los de la ONU allí habrá sido intentar recuperar el proyectil, porque con eso puedes saber a quién pertenecía”, sugiere.

En opinión de Alonso, el M23 se “agrandó” luego de obtener una victoria contra la SADC, “una alianza africana que también tiene una misión en el país”. Por ello, ahora habría decidido “enviar un mensaje a la ONU, cuya Brigada de Intervención era la que los estaba frenando”. Ese mensaje, escrito con sangre de militares uruguayos, diría lo siguiente: “Os vamos a atacar, tenemos este armamento y sabemos usarlo”.

Con un tenedor

Mientras el ejército ruandés y los grupos armados se muestran dispuestos a dar el salto en materia de equipo bélico, los cascos azules de la Monusco parecen atados a los procedimientos de una guerra convencional que ya pasó de moda.

“La limitación de armamento es un error que la ONU comete en todos los conflictos en los que se involucra, incluso cuando lo hace como fuerza de interposición”, explica Alonso. En parte, eso sucede porque “es algo que se resuelve entre todos”, y a menudo “quienes provocan la guerra con la que se busca acabar también pueden opinar al respecto”. A consecuencia de ello, “se llega a elegir un armamento que no es el adecuado para repeler”, resume.

“El problema está en cómo y con qué responder”, apunta el periodista, y recuerda que, por la propia naturaleza de su labor, los soldados de las misiones de paz están “muy limitados” a la hora de abrir fuego.

“Tiene que haber un ataque súper directo y muy comprobado para que los cascos azules puedan disparar”, escrúpulos que no suelen tener los grupos armados que, además, suelen llevar a civiles como escudo.

Por otra parte, la respuesta armada puede resultar un remedio peor que la enfermedad.

“En 2016 hubo un ataque a la base uruguaya de Goma, perpetrado por grupos armados camuflados como defensa civil. Arrojaron bombas molotov y dispararon”, recuerda.

En un primer momento, “desde la base se respondió con munición no letal y luego con balas. En ese enfrentamiento murió un hombre, y se quiso hacer creer que lo habían matado los cascos azules. Se hizo una investigación y se demostró que no fue así, pero lo primero que se hizo fue decir la que la ONU había matado un civil”, versión que sin duda procuraba generar descontento en la población.

Ya sufriste cosas mejores que estas

Si bien la situación actual en la zona de despliegue uruguaya es compleja, a lo largo de casi 25 años de misión los soldados orientales en Congo se han visto en posiciones tanto o más difíciles. Además, el porcentaje de efectivos del ejército que ha puesto pie alguna vez en el Congo es muy grande. Para algunos, que se han reenganchado año tras año, Congo es casi como un segundo hogar.

“Uruguay tiene, entre comillas, una ventaja. No es una potencia militar, pero su ejército tiene mucha experiencia sobre el terreno. No es la primera vez que se enfrentan a una situación de estas, en las que podrían verse obligados a usar las armas, y siempre han logrado salir bien librados”, recuerda. Además, entiende que más allá del ataque al blindado del sábado, cuya responsabilidad nadie asumió abiertamente “tampoco le conviene a Ruanda o al M23 entrar en un enfrentamiento directo con tropas de las Naciones Unidas”, porque de ser así, esas tropas “serían reforzadas por otros ejércitos de países más poderosos, y que ya ni siquiera estarían adheridos a las normas de enfrentamiento de los cascos azules”.

Según Alonso, Ruanda quiere evitar a toda costa ese escenario, por eso tensa las cuerdas sin llevarlas nunca al límite.

Volvé a tu casa cuando debas

Tras el ataque mortal del sábado en Sake y los incidentes posteriores en Goma, la preocupación surgió en la opinión pública uruguaya en general, inquietud que fue más notoria —por comprensibles razones— entre los familiares y allegados de los efectivos desplegados en Congo.

Vida cotidiana en Goma en tiempos de paz. Archivo. Gerardo Carrasco / Montevideo Portal

Vida cotidiana en Goma en tiempos de paz. Archivo. Gerardo Carrasco / Montevideo Portal

“Si los uruguayos se van ahora de los destacamentos donde están, a los civiles se los comen”

Fruto de ese malestar, en redes sociales se leyeron algunos comentarios en los que se pedía la repatriación inmediata de los soldados, o bien que estos respondieran a los ataques. Sin embargo, la experiencia de Alonso en el tema le permite afirmar que ninguno de esos caminos es adecuado ni útil.

“Entiendo perfectamente que los familiares puedan reaccionar así. Yo ahora mismo estoy preocupado porque hay gente allí que conozco. No son mis amigos íntimos, pero a algunos los conozco desde que estaban en la escuela Militar”, expresa.

Sobre la posibilidad de una retirada rápida, el periodista señala que incluso habría obstáculos técnicos y logísticos, porque “no se puede subir a los camiones y marcharse dejando atrás una base montada y con armas”. A ese respecto, la ONU tiene protocolos muy claros.

“Además, hay que entender que son soldados profesionales y confiar en su profesionalismo. No es como si tú o yo estuviéramos allí, dentro de un pozo sin saber qué hacer. Ellos son parte de un ejército entrenado para afrontar esas situaciones”, remarca.

Por otra parte, una respuesta armada tampoco sería lo más sensato. No solo porque, en rigor, los soldados uruguayos no están siendo objeto de ataque, sino porque “sería suicida porque están en minoría, en este momento la ONU no tiene allí fuerzas suficientes para enfrentar al M23 en avanzada”.

Por ello, entiende que confiar en el conocimiento y la capacidad de gestión del contingente uruguayo es lo más sensato.

“Insisto, ellos tienen experiencia en el terreno y saben leer muy bien lo que ocurre, estoy seguro de que ya hacía tiempo que se habían dado cuenta del deterioro de la situación y que sin duda habrán contemplado todas las opciones”.

Asimismo, el cronista destaca que a lo largo del tiempo la base “Siempre Presente” ha ganado en medidas e implementos de seguridad.

“Esa base ya no se parece en nada a la que conociste en 2014 (N de la R: el autor de este artículo estuvo en la RDC en ese año). Se ha ido perfeccionando en sistemas de seguridad y de refugio” afirma Alonso. Y si bien sus vallas no son inexpugnables —ninguna lo es— ofrecen un abrigo más seguro que antaño.

En cuanto a responder el fuego con fuego, Alonso menciona otra dificultad. “Ponte en el lugar de un soldado uruguayo que tiene que defender la base, y se encuentra con que el señor que le dispara lo hace desde atrás de cuatro o cinco civiles, seguramente mujeres y niños. ¿Cómo lo hace, cómo dispara?”, inquiere.

“Hay que recordar también que ellos son un ejército que ha ido allí a cumplir una misión, y para un militar la misión es lo más importante. Es normal que la familia o los amigos, tengan miedo, todos los que hemos tenido a una persona querida en una situación de peligro queremos que salga de ella cuanto antes, el problema es cuando el trabajo y la vocación de esa persona está precisamente en eso”, entiende.

“Ellos no están allí para atacar al M23, sino para defender a la población civil, es un compromiso que ha asumido Uruguay con Naciones Unidas y que el ejército uruguayo ha mantenido. Por eso, ante una situación como la de ahora, no pueden dejar indefensos a los civiles. Si se van ellos, masacran a los civiles. ¿de quién va a ser la responsabilidad si, por ejemplo, los uruguayos se van y el barrio que está frente a la base es arrasado, y tenemos que contar por cientos las muertes de hombres, mujeres y niños?”, se pregunta.

Esa interrogante remite de inmediato a la masacre de Srebrenica, ocurrida en la guerra balcánica de la década de 1990, conflicto que Alonso cubrió. En aquella ocasión, la defección de los cascos azules neerlandeses dejó librados a su suerte a miles de musulmanes bosnios, que fueron asesinados por las tropas serbias del general Ratko Mladic,

Alonso entiende que se está ante “una situación muy difícil”, pero en la que “lo peor ya ha pasado. Y en una guerra, decir que lo peor ha pasado significa que han dejado de bombardear. Pero sigue siendo una zona de guerra, que es a donde van los militares, y sigue habiendo balas perdidas y esquirlas que te pueden dar. Las zonas de guerra tienen ese riesgo. No se puede ir a una misión de paz pensando en que no va a pasar nada. Puedes desear que así sea, pero sabes que nadie moviliza a los ejércitos de varios países para no hacer nada”, explica.

El cronista también recuerda que si bien Uruguay no forma parte de la Brigada de Intervención (fuerzas enviadas a la ofensiva) de la Monusco, sí ha sido fuerza de reserva y mantiene desde el comienzo el mandato de defender a los civiles.

“Si los uruguayos se van ahora de los destacamentos donde están, a los civiles se los comen”, insiste Alonso, quien sabe que en las guerras del Congo eso de comerse al enemigo es más que una metáfora. En ese sentido, recuerda las imágenes de tiempos no tan lejanos, “cuando entrabas en un poblado por donde había pasado el M23 y lo más parecido a un ser humano que te encontrabas era un churrasco con manos”.

Bajar un cambio

En tiempos de redes sociales, con la difusión de videos sin contexto y sobrecarga de información no contrastada, existe el riesgo de “formarse la idea de que la situación es peor de lo que en realidad es”, advierte Alonso, quien recuerda que el M23 “también juega con videos en las redes sociales”. Por eso, valora que el ejército uruguayo “está siendo muy transparente en comunicar lo que está pasando”.

EFE/EPA/STR

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“¿Es suficiente el armamento que tienen ahora mismo los uruguayos? Sí, pero no es el necesario”

En cuanto a lo que podría ocurrir en los próximos días, Alonso destaca que la situación, en lo que atañe a la seguridad de los cascos azules, ha mejorado desde el fin de semana hasta ahora.

“En el primer momento del ataque, en el Congo murieron trece soldados internacionales [entre Monusco y SADC] en tres días”, contabiliza, y recuerda que desde el ataque directo a Naciones Unidas en el que fue blanco el blindado uruguayo “ha habido un antes y un después. Primero un compás de incertidumbre, pero parece que las vías de negociación con los líderes del M23 se han establecido y la ONU tiene tiempo de reorganizarse”, dice.

“Ahora bien, esto tiene que servir de lección a la ONU, porque no puedes ir a imponer paz con un armamento que está por debajo de la capacidad del enemigo”, considera.

“¿Es suficiente el armamento que tienen ahora mismo los uruguayos? Sí, pero no es el necesario”, asegura, estableciendo una distinción entre cantidad y clase.

“El problema es que para que Uruguay pueda transportar allí las armas adecuadas, necesita entre otras cosas el permiso de la ONU”, indica.

Como factor favorable más allá de temas de “fierros”, Alonso señala “la suerte de tener a personas como Gerardo Fregossi y Mario Stevenazzi”, en referencia al excomandante en jefe del Ejército de Uruguay y al actual.

“Son dos personas que se preocupan por el ejército, pero no solo en tanto institución, sino que tiene muy claro que lo importante son las personas. El otro día [en rueda de prensa] a Stevenazzi se lo veía afectado, pero no como a un militar a quien le han atacado su ejército, sino como alguien que había sufrido la muerte de alguien cercano”, concluye.

Montevideo Portal – Tony Karumba / AFP

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