Un legado que nos interpela: el Papa Francisco y la acción cotidiana por la justicia social (Por Álvaro Lima)

Un legado que nos interpela: el Papa Francisco y la acción cotidiana por la justicia social (Por Álvaro Lima)

Con profundo dolor, pero aún más con una enorme gratitud, despedimos al Papa Francisco. Su partida no es solo la de un pontífice, sino la de un hombre que supo hacer de la sencillez un gesto político, del Evangelio una guía para la justicia social y del amor al prójimo una herramienta de transformación colectiva. Un Papa que no necesitó grandes aparatos ni discursos ampulosos para conmover al mundo: bastó su coherencia, su humildad, y su constante opción por los últimos.

Francisco fue, sin lugar a dudas, el Papa más cercano a la gente. El que prefirió vivir en una residencia común en vez del Palacio Apostólico. El que viajó a los márgenes, se sentó con refugiados, visitó cárceles, abrazó sin temor a los descartados. El que nos dijo, con valentía: “Una persona que piensa en construir muros y no en construir puentes, no es un verdadero cristiano”. En un mundo fragmentado por el odio, el egoísmo y la indiferencia, Francisco fue puente. Fue abrazo. Fue palabra clara en tiempos de ruido.

Tuve el inmenso privilegio de encontrarme con él. De mirarlo a los ojos y sentir que su compromiso con los más vulnerables no era retórico, sino real. Ese encuentro no fue para mí solo un honor personal: fue una reafirmación de la política como herramienta para la empatía, para el cuidado, para la construcción de un mundo más justo. Francisco me habló, como habla siempre, desde el Evangelio y desde la vida, desde la denuncia de las injusticias y el anuncio de la esperanza.

Su legado no se encierra en los muros del Vaticano. Es un legado que desborda credos, que interpela a creyentes y no creyentes, que nos llama a vivir con dignidad, a cuidar el planeta como casa común, a poner en el centro a los trabajadores, a los niños, a las personas mayores, a los pobres. Nos enseñó que la fe —si es auténtica— se convierte en ternura concreta, en pan compartido, en lucha por los derechos humanos, en abrazo al migrante y en defensa de la vida en todas sus formas.

En Salto, queremos que ese legado se traduzca en políticas públicas inclusivas, en salud para todos, en calles dignas, en trabajo decente, en una juventud con oportunidades. Porque ser puente, como nos enseñó Francisco, no es solo una metáfora: es una forma de gobernar, una forma de convivir, una forma de construir comunidad.

Hoy, conmovidos por su partida, renovamos nuestro compromiso. El de caminar en su espíritu, con humildad, con alegría, con el corazón abierto. El de hacer lo que Francisco siempre hizo: decir lo que se cree y vivir lo que se dice. Que su luz nos siga guiando. Y que su voz, tan humana, tan nuestra, siga siendo faro para todos los que creemos que un mundo mejor es posible.

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