Las preguntas que más le quitan el sueño a gran parte de la humanidad incluyen una diversa gama de puntos, desde cuándo estará la vacuna hasta las secuelas a largo plazo. El experto en salud pública y oncólogo Elmer Huerta despejó las más frecuentes
Las preguntas que más le quitan el sueño a gran parte de la humanidad incluyen una diversa gama de puntos, desde cuándo estará la vacuna y de qué se tratan los proyectos candidatos más avanzados; cuánto dura la infección y cuándo contagia una persona, en qué momento es recomendable someterse a una prueba diagnóstica PCR para saber si estuvimos expuestos al virus causante del COVID-19; cuánto tiempo duran los anticuerpos, determinar si es posible reinfectarse; hasta saber si es posible que una persona no se contagie del COVID-19.
Las secuelas del COVID-19
Los médicos ahora están preocupados de que la pandemia lleve a un aumento significativo de personas que luchan contra afecciones y discapacidades duraderas. Lo cierto es que con la pandemia aún en curso, nadie sabe qué tan lejos en el futuro perdurarán los síntomas y si el COVID-19 provocará la aparición de enfermedades crónicas.
Es probable que parte del daño sea un efecto secundario de tratamientos intensivos como la intubación, mientras que otros problemas persistentes podrían ser causados por el propio virus. Pero los estudios preliminares y la investigación existente sobre otros coronavirus sugieren que el virus puede dañar múltiples órganos y causar algunos síntomas inesperados.
La evidencia de brotes de coronavirus anteriores, especialmente la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), sugiere que estos efectos pueden durar años. Y aunque en algunos casos las infecciones más graves también causan los peores impactos a largo plazo, incluso los casos leves pueden tener efectos que cambian la vida, en particular un malestar persistente similar al síndrome de fatiga crónica.
Los síntomas pueden tardar mucho en desaparecer; un estudio publicado en agosto hizo un seguimiento de las personas que habían sido hospitalizadas y descubrió que incluso un mes después del alta, más del 70% informaba de falta de aire y el 13,5% seguía usando oxígeno en casa.
Al respecto, el doctor Elmer Huerta, prestigioso oncólogo peruano, médico y comunicador radicado en Estados Unidos, se refirió a esta situación hipotética en un podcast especial de la CNN, Coronavirus: Hechos vs. Ficción: “La ciencia esta recién aprendiendo a reconocer los síntomas asociados a las secuelas que causa el COVID-19”.
La inmunidad de una persona
Como regla general, lo que se sabe hasta ahora, es que cuanto mayor es la exposición de una persona a un virus, mayores son las posibilidades de infección y peores los síntomas, hasta cierto punto. Con el coronavirus, la cantidad de partículas, la forma en que se transmiten y el tipo de célula humana con la que se encuentran es probable que sean clave.
Desde el arribo de la enfermedad a la vida de las personas, una de los grandes interrogantes fue el de la inmunidad y si era posible que una persona no se contagie de COVID-19. “No se sabe aún, pero es posible que sí. No hay que olvidar que tomó varios años descubrir que el 1% de las personas descendientes de europeos del norte, especialmente suecos, son genéticamente inmunes a la infección por VIH. Estoy seguro de que con el tiempo descubriremos personas genéticamente resistentes a este nuevo coronavirus”, explicó Huerta.
Lo cierto es que la respuesta del cuerpo humano a una infección se desarrolla en dos partes. Primero, una respuesta inmune innata, que libera sustancias químicas y glóbulos blancos que luchan contra un virus y lo destruyen. El segundo es una respuesta inmune adaptativa que, junto con otros efectos, produce anticuerpos dirigidos que pueden adherirse a un virus y detenerlo. Si este último es lo suficientemente fuerte, puede crear una respuesta duradera a la infección que proporcionará protección futura al sujeto.
Aquellos con las infecciones más fuertes crean la respuesta inmune más fuerte. Como los estudios sugieren cada vez más que la mayoría de las personas que contraen COVID-19 tienen síntomas leves o no presentan síntomas, es posible que tengan una respuesta inmune deficiente cuando el virus ingrese a su sistema. Incluso si se desarrolla inmunidad, no está claro cuánto tiempo duraría ya que el COVID-19 no ha existido el tiempo suficiente, aunque otro coronavirus, el resfriado común, tiene una inmunidad de corta duración. Mientras que los anticuerpos de coronavirus más graves, como el SARS o el MERS, se han detectado en sujetos años después de la infección.
La espera de una vacuna
Hay una gran expectativa en la comunidad científica y por derrame en todo el mundo, ya que en las próximas semanas comienzarán a anunciarse resultados más contundentes de los estudios clínicos de varias vacunas contra COVID-19 que se están desarrollando y probando en pacientes. Pero a medida que crece la anticipación, aumentan las preocupaciones sobre si las vacunas aprobarán los ensayos de seguridad, qué lograrán si lo hacen y el riesgo de que el proceso de aprobación sea influenciado por la política.
La jefa de científicos de la OMS, Soumya Swaminathan, advirtió que no espera que las posibles vacunas contra la COVID-19 estén disponibles para la población general antes de dos años, aunque los primeros grupos de riesgo podrían ser inmunizados a mediados de 2021.
“Muchos piensan que a principios del próximo año llegará una panacea que lo resuelva todo, pero no va a ser así: hay un largo proceso de evaluación, licencias, fabricación y distribución”, subrayó la experta india en una sesión de preguntas y respuestas con internautas a través de las redes sociales.
Hisopados, PCR, test de anticuerpos y pruebas de antígeno
La gente quiere saber si está o estuvo infectada con el virus. En concreto, hoy en día existen principalmente tres pruebas para saberlo: la PCR, la más fiable, que detecta y cuantifica el virus; así como la que detecta anticuerpos y la prueba de antígeno.
Las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa, conocidas como PCR, son las pruebas más comunes y precisas para determinar si alguien está infectado actualmente con el nuevo coronavirus. La “Reacción en Cadena de la Polimerasa”, es una prueba de diagnóstico que permite detectar un fragmento del material genético de un patógeno. En la pandemia de coronavirus, como en tantas otras crisis de salud pública relacionadas con enfermedades infecciosas, se está utilizando para determinar si una persona está infectada o no con coronavirus.
“Existen dos tipos de test: uno que detecta la presencia del virus y otro la de anticuerpos. La presencia del virus se puede ver directamente observando el genoma del virus (SARS-CoV-2) y se realiza a través de la metodología PCR. La muestra se obtiene a través de un hisopado nasofaríngeo que detecta la presencia o ausencia del virus. Su utilidad es confirmar el diagnóstico de enfermedad COVID-19. Esto es lo que se usa en la práctica. Entre cuatro y ocho horas tenemos un resultado”, expresó en diálogo con Infobae la médica infectóloga Isabel Cassetti, directora de Helios Salud (MN 55583).
En cambio, las pruebas de anticuerpos, también conocidas como pruebas de serología, no detectan el virus en sí solo detectan si alguien tiene los anticuerpos en su sistema inmunitario para combatir el nuevo coronavirus. Estos tests se realizan en una muestra de sangre, de un pinchazo en el dedo o tomado de una vena. Nuestro torrente sanguíneo tiene una biblioteca de anticuerpos contra diversas infecciones virales, bacterianas y fúngicas que hemos tenido durante nuestras vidas. El objetivo de esta prueba es encontrar el anticuerpo que se aplica específicamente al nuevo coronavirus que causa COVID-19.
“Cada vez que algún patógeno ataca al organismo y este produce anticuerpos, estos pueden ser M, G, A, D o E, los cuales son específicos para el patógeno invasor”, apuntó Huerta. Ahora bien, si se detecta anticuerpos inmunoglobina M en un paciente, esa persona está transitando un período agudo de la enfermedad. Si esa persona tiene anticuerpos de inmunoglobina G es porque ya resolvió la enfermedad y tiene anticuerpos contra ella. “Si la persona da como resultado que tiene inmunoglobina M ahí se lo debe aislar pero no es el caso de la inmunoglobina G que es algo que ya transitó el paciente”, dijo a Infobae Gustavo Lopardo, médico infectólogo (M.N.74.429) y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología.
Las pruebas de antígeno son una forma rápida y fácil de buscar un antígeno específico, un término para cualquier sustancia extraña, como un virus o una bacteria. Las pruebas de antígeno para la gripe o la faringitis estreptocócica, por ejemplo, se pueden realizar en el consultorio de un médico sin equipo costoso y dan resultados en minutos.
Todavía no existe una prueba de antígeno confiable para el nuevo coronavirus, pero es teóricamente posible y las compañías están trabajando para hacer una. En una prueba de antígeno de coronavirus, se coloca una muestra corporal, como un hisopo de garganta, en una tira especialmente tratada, que luego usa un color o marcador para indicar si el nuevo coronavirus está presente. “La prueba del antígeno se ha desarrollado para reaccionar contra antígenos o segmentos de la cubierta de proteínas del virus, de tal modo que, al igual que la prueba molecular, descubre al virus mismo”, enfatizó Huerta.