“Si una mujer musulmana que usaba el velo decidía dejar de usarlo, yo solía considerar que era una mala persona y que no merecía ser mi amiga. Si la conociera, la intimidaría”, explica Hawraa Ibrahim Ghandour, una libanesa musulmana.
Ella dice que sus puntos de vista se formaron creciendo en una familia muy religiosa. Su padre prefería que se hiciera amiga de personas similares, y señala que continuó con esos valores en su vida adulta y en su trabajo como profesora de inglés en una escuela secundaria.
Hawraa es una de las 150 personas en Líbano que participaron en un proyecto de escucha profunda, dirigido por el British Council (el instituto cultural público de Reino Unido dedicado a difundir la lengua y cultura inglesas) en colaboración con la BBC.
El objetivo era aprender habilidades vinculadas a la empatía, el silencio y la eliminación de los juicios. Y un año después, Hawraa ha estado reflexionando sobre cómo lo que aprendió la ayudó a abrir su mente.
“Aprendí a escuchar más, a no juzgar, sino a tratar de comprender, y a dar tiempo a que los demás comunicasen los mensajes que quisieran. Luego a dar feedback para comprobar que realmente entiendo lo que quieren que sepa”.
Tolerancia
Lo que ella ve ahora como su anterior fanatismo e intolerancia se extendía a cualquiera que fuese diferente.
“Solía estar en contra de los refugiados sirios en Líbano”, dice. “Solía pensar que los sirios aquí no cuidaban su higiene y no vivían una vida libanesa adecuada”.
Sin embargo, hoy trabaja los martes por la tarde en una escuela para refugiados sirios, a pesar de la reacción atónita de su familia.
Todas las mañanas, Hawraa se encuentra con Mayada, una enfermera refugiada de Siria, mientras toma su café matutino. Se conocieron por primera vez cuando Mayada estaba cuidando a la madre de Hawraa, y ahora las dos mujeres están a menudo una en casa de la otra.
Hawraa dice que sus nuevas relaciones la han ayudado a ser más tolerante.
“En el pasado, tal vez no me comunicaba de manera efectiva con esas personas, o tal vez solo estaba escuchando a los medios de comunicación, que juegan un papel en la estigmatización de las personas”, explica.
“Si nos escuchamos los unos a los otros, descubrimos que tenemos muchos puntos en común: sentimientos humanos que compartimos”, agrega.
Sin embargo, la amistad de Hawraa con Mayada no impide que Hawraa tenga serias dudas sobre algunos aspectos de la cultura de Mayada.
El hijo de Mayada está a punto de casarse con una mujer de tan solo 16 años, lo cual no es raro en la comunidad de refugiados sirios.
“Acepto que esta es su elección”, dice reflexionando. “Al escuchar profundamente, comprendes que esa persona no es tu enemigo, incluso si se está comportando de manera diferente”.
Poco después de la capacitación, Mohammad tomó un trabajo en Mosul, Irak, donde trabajaba con autoridades locales, ONG y agencias de la ONU para crear un plan de ayuda para las personas desplazadas de la ciudad.
Para tener éxito en su nuevo cargo, Mohammad tenía que reconciliar a muchos grupos diferentes con una gran cantidad de ideas opuestas.
“¿Deberíamos enviar a los desplazados a su casa? ¿Deberíamos intentar integrarlos en la ciudad donde estaban? ¿Aceptarán vivir en un barrio con gente de una tribu diferente?”, se preguntaba.
Mohammad recuerda vívidamente la información que recibió antes de comenzar a trabajar. A medida que su colega describía el rol y sus requisitos, comenzó a sentir que había información de fondo que necesitaría pero que no se estaba compartiendo.