Vino o cerveza: de una vez por todas, esta es la bebida que más engorda
Uno de los grandes dilemas a la hora de pedir es saber qué nos va a engordar más, si la cerveza o el vino, pero la respuesta tiene truco.
¿Qué prefieres, vino o cerveza? Esta es una de las preguntas más escuchadas cuando uno sale de cena con los amigos, por ejemplo. En la ecuación de la respuesta entran varios factores en juego además del gusto de cada cual, como las calorías que se contabilizan en cada trago. Según la Monografía Alcohol 2021 del Ministerio de Sanidad, la bebida alcohólica más consumida en España es la cerveza, que toman un 49,5% de hombres y un 28,1% de mujeres; seguida después del vino, que baja al 23,3% en el caso de los hombres y al 16,1% en el de las mujeres.
Aunque los políticos se empeñen en defender el consumo de una copa de vino como argumento contra sus contrarios, a día de hoy nadie debería tener dudas al respecto: el alcohol, como norma general, no aporta ningún beneficio a la salud. Ni siquiera la tan manida copita de tinto a las comidas. Cualquier efecto positivo se va contrarrestando por sus propios perjuicios: riesgo cardiovascular, riesgo de sufrir síndrome metabólico, aumento del riesgo a sufrir una demencia o el aumento de la grasa corporal, especialmente la visceral.
Durante los últimos años se ha venido relacionando el consumo de alcohol con el sobrepeso y sus problemas derivados, pero existen más factores biológicos y ambientales que contribuyen a ello. Eso sí, el alcoholismo sí podría ser uno aunque haya estudios que no acaban de encontrarse un vínculo claro entre el aumento de peso y el consumo de bebidas alcolólicas. No obstante, para discernir si engorda más el vino o la cerveza no solo hay que fijarse aquí en las calorías que ingerimos en cada sorbo, sino también en el contexto del consumo: cantidad o acompañamiento.
El vino tiene más del doble de calorías
Como nos recuerdan desde la Fundación Española de Nutrición (FEN), el vino se obtiene de la uva mediante fermentación alcohólica de su mosto o zumo por la acción de levaduras que transforman los azúcares en alcohol y anhídrido carbónico. Fijan sus orígenes, como mínimo, en los primeros testimonios de viñedos en el 7.000 a.C., al sur del Mar Negro. Hay miles de variedades de vino según el tipo de uva o uvas que se empleen en su elaboración, el contenido de azúcar o el de anhídrido carbónico, entre otros muchos factores.
En su contenido destaca el agua, el acohol, los azúcares no fermentables, ácidos orgánicos, sales minerales y algunas vitaminas del grupo B, además de sustancias colorantes y taninos con potente capacidad antioxidante. Destaca la FEN que se trata de uno de los alimentos tradicionales dentro de patrones dietéticos mediterráneos y si se consume debe ser de forma moderada y ocasional, en población adulta sana y no gestante. Por cada 100 gramos de porción comestible, el vino aporta 78 calorías, más del doble que la cerveza.
No obstante, goza de una mejor reputación por esas supuestas propiedades saludables, desmentidas ya por la ciencia, que no recomienda su consumo ni en dosis moderadas. Eso sí, una investigación a cargo de la doctora Brittany Larsen y sus colegas de la Universidad Estatal de Iowa, que se publicó en la revista Obesity Science & Practice, sugiere que el vino tinto podría tener un afecto protector frente al aumento de grasa corporar que sí favorece, en cambio, la cerveza y los alcoholes destilados. Asimismo, tendría también importancia en cuanto al cúmulo de grasa visceral y el mayor se asocia a una mayor densidad ósea.
El ¿mito? de la barriga cervecera
Apunta la FEN que la cerveza se produce al fermentar ―sin destilar― azúcar que se obtiene generalmente de cereales malteados en un medio acuoso. En concreto, para la que se suele consumir históricamente en Occidente, se emplean cebada y lúpulo. La mención más antigua a la cerveza que está documentada oficialmente, aparece en las tablas de arcilla escritas en sumerio que datan del 4.000 a.C. y en España la introdujo Carlos V en el siglo XV.
En la composición de la cerveza destacan los hidratos de carbono (azúcares), una pequeña porción de proteínas vegetales y no aporta lípidos. También posee micronutrientes, vitaminas del grupo B y minerales como el magnesio, potasio y fósforo. Asimismo, hay que enumerar los polifenoles y los fitoestrógenos naturales. Por cada 100 gramos de porción, suma un total de 33 calorías. En cuanto a esa barriga cervecera que se le achaca, sobre todo, a los hombres, la ciencia no acaba de ponerse de acuerdo.
Si bien hay estudios que apuntan a que el consumo de cerveza sí aumenta la cintura abdominal, otros concluyen que su ingesta moderada en asultos sanos no contribuiría al aumento de peso de forma significativa. Entonces, ¿engorda más la cerveza o el vino? Aunque por número de calorías sería el vino el señalado como culpable del flotador, como decíamos antes, tenemos que tener en cuenta otros factores que provocan que sea la cerveza la que nos engorda más.
¿Cuáles? Principalmente, porque la consumimos en mayor cantidad que el vino. Mientras una copa de vino tiene menos cantidad de líquido y puede saciar al consumidor por sí sola, una caña, un botellín o una lata contienen una mayor ración de producto y es raro que se consuma solamente una. Además, conviene fijarse también en los aperitivos que suelen acompañar a estos tragos, algo importante cuando se cuentan calorías, así como también el sedentarismo que supone una actividad tan extendida como irse de cañas o de vinos.
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