La frase es el nombre de un libro de Al Gore, más conocido por acá como vicepresidente de Bill Clinton en USA que como ambientalista. Gore escribió en 2006 un libro de advertencias ambientalistas, que un año más tarde fue traducido al español y publicado en Barcelona. Obviamente su propio país no ha dado respuestas al autor (sobre todo Trump), para tratar de proteger al mundo (gente, animales, plantas, planeta) de la destrucción por el sobrecalentamiento y cambio climático. Estoy leyendo el trabajo, no me referiré a él, sino a un par de contenidos, que me permito relacionar con nuestra vida en Salto.
En una de las primeras páginas Gore estampa un pensamiento, vigente y que nos toca. Conceptualmente se refiere a que todos somos causas del calentamiento global y a la vez cada uno podemos ser parte de la solución. Palabras más o menos señala lo que algún meme (¿así se llaman?) refiere a un señor que barre y embolsa la basura mencionando que, si hay que cuidar al mundo, debe empezarse por cada casa.
Mi referencia a la “verdad molesta” (no pretendo tener problemas con derechos de autor) es que muchos se resisten a reconocer que, en cada acción potencialmente dañina para el ambiente, hay que respetar el bienestar general. Cuando desde la moto tiramos un envase a la calle, estamos conspirando contra el ambiente, y si alguien nos lo reclama, nos sentimos incómodos. Valga este ejemplito diario para compadecernos de esa sentencia de que todos somos responsables de la polución del planeta y debemos ser protagonistas de su cuidado.
Imaginemos cuánto mayor es nuestra responsabilidad si tenemos participación en educar o en gobernar.
Posiblemente las familias comunes, angustiadas a veces por necesidades diarias, no están en condiciones de valorar su aporte al cuidado del mundo, pero los gobernantes si lo están, y deben obligatoriamente velar por quienes no tienen conocimientos ni responsabilidades.
Pongamos el caso de las propuestas de modificaciones que habitualmente se hacen a leyes que, entre otras cosas, cuidan el ambiente. Quienes han elaborado las normas, en general pusieron mucho tiempo y sabiduría para elaborarlas. Tal el caso de la Ley de Ordenamiento Territorial y DESARROLLO SOSTENIBLE; las mayúsculas me corresponden y las marqué para que quede claro que la misma ordena el territorio, pero lo relaciona con el desarrollo sostenible, no con cualquier acción que deteriore el hábitat de los seres vivos. Muchas veces, por intereses ECONOMICOS o POLITICOS se arriesga la sustentabilidad del desarrollo y la calidad del territorio.
Es una verdad molesta.
No siempre lograr unos empleos para obreros (y ganancias para el capital), valen el potencial atentado contra tierras, cursos de agua, animales, vegetación. Quienes por ese obrar obtienen beneficios particulares, no están cuidando la casa colectiva. Hay analistas que vaticinan tiempos donde los colectivos no importarán nada, el “otro” molestará y sólo valdrá el “yo” individual. Me resisto a creer que el ser humano llegue a ese extremo y convoco a que razonemos que es un disparate, casi un suicidio en cuotas de la especie.
Estamos a tiempo de evitarlo.
Por lo menos en Salto.