Con riesgo de cometer injusticias o de mentir, hay operadores políticos que acusan de “romper la unidad del Frente Amplio” a quienes, defendiendo los principios básicos del partido, enfrentan a los que no cumplen con esos fundamentos. Quienes tienen escasa formación, o militan en promoción de intereses personales o caudillescos o definitivamente no les importa que el Frente tenga una línea de fundamentos y acciones, caen en la falsa aseveración de que “lo que importa es ganar”. Esos son los grupos y personas que rompen la unidad del Frente.
La unidad frenteamplista no existe, si se opera fuera de los fundamentos del lema.
Lo explico políticamente: para que el Frente siga siendo lo que ha sido y mantenga su unidad, no puede haber divisiones que alteren su esencia. Desde 1971 el Frente Amplio existe para buscar una utopía de igualdad, defensa de los más débiles, respeto de la ley, equivalencia de oportunidades, por ejemplo. Si de su seno surgen tendencias violatorias de algunos de esos fundamentos, se divide y pierde su esencia. Quienes impulsen cambios en los principios frenteamplistas son los que rompen la unidad. La política basada en clientelismo, amiguismo, preferencia de clases dominantes, desvíos de las leyes, no es propia del Frente Amplio, quienes las desarrollen, fomenten o toleren son quienes rompen la unidad, porque se van del Frente: podrían estar en cualquier formación partidaria a las que los frenteamplistas hemos responsabilizado de prostituir la política. Pensar y actuar en defensa de principios básicos del frenteamplismo es fortalecer la unidad, quienes los violan la rompen.
Es falso que haya que ganar “de cualquier forma el gobierno”. Es necesario recuperar la conducción nacional y gobernar en términos frenteamplistas el departamento. Ganar con herramientas como la limosna, el acomodo, la captación del voto con cualquier procedimiento, es la negación del frenteamplismo. La unidad que conciben los que reclaman pensamiento único detrás de un caudillo, es utilizar recursos contra los que la izquierda ha luchado siempre. Captar votos con dádivas o puestos públicos, por ejemplo, es violatorio del frenteamplismo.
Los frenteamplistas somos aficionados al uso del término “unidad”, como permanente convocatoria a actuar en conjunto ante posturas conservadoras. Pero debemos tener claro que “unidad” no es “unanimidad”. No lo fue desde febrero de 1971, cuando el Frente Amplio nació como símbolo de unidad de las izquierdas nacionales, sin que existiera unanimidad entre ellas. Zelmar Michelini no dejó de ser batllista por aliarse con el comunista Rodney Arismendi o con el democristiano Juan Pablo Terra, ni viceversa. El Frente Amplio, desde siempre ha tenido “Unidad en la diversidad”, concepto del que seguramente han nacido su fortaleza, su amplitud y la emoción profunda que por él sentimos sus legítimos cultores.
No se rompe la unidad frenteamplista si se cuestiona procederes que lesionan la razón de ser de la fuerza política. La rompen quienes cambian principios, quienes consideran que hay que ganar pero impulsan ideas y procedimientos antifrentistas.
El Frente debe ganar para detener la enajenación del país y frenar la corrupción. Sólo lo logrará con sus principios fundacionales. Esa es la razón de la unidad.