Hace unos días publicaba aquí un artículo, bajo el título La inversión no es una zanahoria. Sin pretender ser reiterativo, pongo un ejemplo bien concreto: la concesión del Hotel Municipal de Termas de Arapey, no debe ser una zanahoria con imagen de inversión. La Intendencia aparenta querer “sacárselo de arriba”, por dos razones: dice que se debe invertir mucho para dejarlo en condiciones, y no tiene recursos para eso; y que es antieconómico por el costo del personal. Parece extraño que una intendencia que maneja un presupuesto de miles de millones de pesos quinquenales, no pueda financiar una inversión de 30 millones; sobre todo considerando que ese capital puede venir de los Fondos de Desarrollo del Interior, que no son reembolsables. Que cueste el personal se entiende, por la política de recursos humanos de Coutinho y Lima.
Este fin de semana los hoteles privados de Arapey eran visitados por casi 200 autos y varios ómnibus de excursiones por día, mientras las instalaciones públicas tenían mucho menos turistas. Varios gobiernos salteños fomentaron la construcción de grandes hoteles para favorecer el desarrollo del sitio, con el objetivo de que se transformaran en motores de empleo y de servicios, con rendimiento económico y social para el dueño del bien público: el pueblo de Salto. La realidad es inversa a ese objetivo. Según informes académicos, el empleo generado privadamente es muy acotado y de baja retribución; en épocas de bonanza quien gana sólo es el inversor: el “derrame no mueve la aguja”. La fenomenal inversión pública existente en Arapey comenzó hace casi ochenta años, y actualmente parece un esfuerzo estéril. Los privados se quedan con la ocupación, y la Intendencia paga parte importante del escenario y la infraestructura (CAMINOS, grandes espacios permanentemente cuidados, por ejemplo).
No es una casualidad lo que está ocurriendo en Arapey. A partir de 2010/2015 (gobierno de Coutinho, Albisu y demás) el cuidado de los bienes de la Intendencia se cayó. Bungalous, hotel, pozo de agua, caminería, alhajamiento, se fueron deteriorando o destruyendo y naturalmente el turista pudiente MIGRÓ A LOS PRIVADOS. Hasta la temperatura del agua, que debía mejorar notablemente con nuevo pozo público, fue una frustración por deficiencia de la perforación y no pudo cerrarse la antigua. Conclusión: un hotel privado hizo su propio pozo, del cual las termas municipales pueden tener potencial dependencia en casos de emergencia. Perdió la Intendencia, se favoreció el privado. Casualmente en una administración que consideraba “ideológica” la inversión estatal y no la defendió.
Desconozco la estrategia del intendente Lima respecto del hotel municipal. Ojalá no sea otra zanahoria, que genere fotos que vistan campañas electorales, pero que más allá de los jornales privados de las refacciones del hotel, no dejen mucho. La concesión no bajará los sueldos, igual se pagarán, porque los empleados seguirán en la Intendencia. El parque de juegos acuáticos, deberá (por precios y estructura contractual) ser una garantía de aumento de la afluencia a las instalaciones públicas; de lo contrario, será otra zanahoria. Arapey es del Pueblo, debe recuperarse.