Las bengalas no salvan, pero informan el naufragio
Cuando en el mar se ve explotar bengalas de fuerte luz, no está asegurada la salvación de los náufragos, pero está anunciada una tragedia; los barcos que las ven, deben dirigirse al salvataje.
Tal lo ocurrido esta semana con la renuncia (¿destitución?) del Dr. Albisu como presidente de la CTM de Salto Grande; no está solucionada la crisis ética condicionante de lo institucional, pero ha quedado denunciada su gravedad, ubicación y urgente necesidad de atención.
Prefiero esta hipótesis, cimiento de un trabajo futuro por la democracia, que el escarnio de la persona, o su “beatificación” por hacer lo mínimo que corresponde a un funcionario púbico observado con pruebas. Con la renuncia-destitución de Albisu sólo se hizo explotar algunas bengalas, no se concretó el salvamento de la institucionalidad democrática; tampoco se lograría con el retiro de, por lo menos, las decenas de operadores políticos integrados a la plantilla que genera una estructura partidaria que paga el Pueblo.
Sería algo así como tirar en medio de una tormenta un par de chalanas para atender a los náufragos: el salvataje estaría en avance, pero sin concretarse. Es necesario, para que haya socorro eficaz, que las víctimas sean sacadas del agua.
Las bengalas que marcaron el naufragio institucional habrán cumplido su objetivo, cuando se eliminen los procedimientos inmorales de pagar trabajo político con dinero de los contribuyentes.
Se sacará a la democracia de la tormenta ética, cuando los cargos públicos sean para trabajar por la comunidad, sin condicionarlos al rendimiento partidario. Si no, las bengalas (destitución) serán sólo fuegos de artificio para distraer; algo así como la aparente solución de sacrificar un bien, para mantener otro mayor.
No importa si es en CTM, en CARU, en un ministerio o una intendencia. Mientras el financiamiento de los partidos políticos uruguayos dependa de la “generosidad y buena voluntad”, habrá riesgo de corrupción y tentaciones de aprovecharse: también son humanos los conservadores. Sólo el freno de la ley puede dar garantías. Y el gobierno la está evitando.
No me sumo a quienes aplauden con frenesí la caída de Albisu; quizás puedan hacerlo quienes sientan que sus intereses personales salen fortalecidos, aunque se siga chapaleando en el fango del clientelismo. Solamente salió de escena un actor que desarrolló un excesivo protagonismo, poniendo en el libreto “acciones desmedidas” (contratando blancos y colorados a mansalva para que trabajaran su candidatura y las de sus partidos).
No contó con que excitaba el celo de propios y extraños; el director de la obra (el presidente Lacalle) sólo cambió ese actor, porque amenazaba con espantarle toda la compañía de teatro, por lo que decidió cambiar de protagonista y mantener el espectáculo.
El naufragio de todas maneras quedó denunciado; aunque haya quienes defiendan los hechos denunciando (en redes) otras corrupciones. Hay un camino: que la parodia de gobierno democrático que interpreta la compañía que dirige Lacalle, no siga en cartel. Para empezar, debe sustituirse el elenco de CTM (que quedó intacto) y sus procedimientos y objetivos partidarios; sólo así serán eficaces las bengalas encendidas.
Vale para todos, no importa el partido.