Hace años, cuando el cine inventó las superproducciones “en Cinemascope” (pantalla extra grande), en Estados Unidos se hizo muchas películas de contenido casi bíblico. Recuerdo haber disfrutado en la enorme sala del Cine Plaza : Ben Hur y el Manto Sagrado, por citar dos. La última era una de las tantas historias generadas a partir de un hecho religioso: la búsqueda de las reliquias de Cristo, supuestamente guardadas como tesoros por sus seguidores. Víctor Mature (feo y desgarbado) y un joven Richard Burton (antes de Elizabeth Taylor) fueron sus protagonistas.
Como ya lo dije, esta columna no es de cine, solamente procura a veces establecer comparaciones con obras de ese arte.
Lo del Manto Sagrado tiene sus razones. Se trata del que habría cubierto el cuerpo andante de Jesucristo, hombre torturado y sacrificado en las afueras de Jerusalén. Jesús, ser humano es una personalidad magna cuyas enseñanzas sociales son reconocidas por más de medio mundo, y sus lineamientos religiosos son seguidos por más de mil millones de personas. ¡Qué cuerpo abrigó ese manto!
Si histórica y religiosamente cubrió a esa personalidad, no se tome como blasfemia compararlo con el que se usa hoy para tapar realidades sociales y políticas. Hay algunas que ni el Manto Sagrado podría taparlas. A pesar de eso los generadores de la “tapada”, siguen firmes en los encubrimientos. Lo lamentable es que ese imaginario manto se extiende sobre elementos dudosos, degradantes, tristes y a veces hasta inhumanos.
En lo doméstico, país y departamento, quizás cualquier ponchito raído daría para tapar las impurezas, pero hay momentos que parece que los actores echan mano al Sagrado.
Pensemos qué ironía es que ilicitudes democráticamente aberrantes, como operar acciones delictivas desde la sede del Poder Ejecutivo, puedan arreglarse con un “cabeza de turco” (perejil) detenido en un instituto de rehabilitación (cárcel) de mínima seguridad y máximo confort (Florida). Pienso que los autores de tapar ese despropósito posiblemente deban haber usado el manto sagrado, porque de lo contrario sería imposible que la población perjudicada se abstuviera de reclamar.
Otro tanto puede decirse de la liviandad con que el ministro del Interior trata la acción, casi de espionaje, sobre las víctimas del caso Penadés. Nada menos que las mejores herramientas de la inteligencia policial estuvieron al servicio de esa tarea ilegal. Todo parece arreglarse con que “fueron un par de policías…”. ¡Qué tremendo! La seguridad interior de un país perforada por una investigación ilegal, responsabilidad de cuadros menores de la repartición…
El manto a veces también alcanza para cubrir tamaños huecos de la acción departamental. No concibo que autoridades designadas por el intendente, no tengan en consideración el Estatuto del Funcionario de la Intendencia de Salto. Es cierto que es viejo (1955) pero vigente. Oí a una jerarquía decir que el “intendente puede designar a los empleados como estime conveniente” (a dedo). No es así, desde 1955 hay un decreto de Junta Departamental que ordena que el concurso y los sorteos deben usarse para designar funcionarios de ciertos grados. Demasiado grande el desconocimiento.
Soy frenteamplista. No comparto tapar lo que está mal hecho. No importa el manto.