Mientras la institucionalidad del Uruguay se descascara y cae a pedazos, el presidente Lacalle sigue en Estados Unidos y su asesor estrella Roberto Lafluf, está en Río para la final de la Libertadores. Cualquier similitud con una organización enclenque, no es pura casualidad.
El desprecio por la realidad nacional de parte de quienes menciono, es propio de quienes no tienen interés por cumplir con compromisos institucionales, ni con responsabilidades por las cuales un pueblo sacrificado les paga abultados salarios y bonificaciones. Que Lacalle salió en viaje oficial, no es novedad.
También son oficiales sus obligaciones, cuando las abandona para ir a fiestas en cualquier lugar, casamiento de correligionario y aún a la inauguración del Campeonato Mundial de rugby. Si Lacalle, que monta un avión para ir a la “fiesta del nudo ciego”, no se preocupa de volver urgente a apagar el fuego que destruye la institucionalidad en el Uruguay, es porque no quiere. Me sumo a quienes opinan que el presidente no viene, para esperar que la situación se enfríe un poco y algún viento tape de humo parte de la realidad,
Todos conocemos, oímos, leímos o vimos las informaciones sobre el escandaloso proceso que deriva del denominado “caso Marset”, que hablan de la entrega de un pasaporte uruguayo en Dubái al narco uruguayo, con el que se fue de ese país donde estaba detenido por ingresar con documento falso.
Los audios, las declaraciones, la historia de las reuniones, los pedidos de hacer desaparecer pruebas, todo configura una dramática realidad propia de una novela, desarrollada en una de las despectivamente llamadas “república bananera”. Un escándalo político y hasta judicial, inédito en este país.
Todas las personas, menos una, que han intervenido en este affaire lamentable, han sido ministros, funcionarios, asesores, directamente vinculados a Luis Lacalle Pou, por designación o por comunión partidaria.
Todos quienes, supuestamente, han violado leyes, presionado para que se hiciera, convocado para buscar caminos tangenciales, están relacionados directamente con el presidente de la República. Sólo el abogado de Marset, Alejandro Balbi, no forma parte de las nominaciones del mandatario.
¿Es el caso Marset o el caso Lacalle?
En el centro de los manejos relativos al pasaporte entregado al narco para ser liberado, está parte de lo selecto del equipo de gobierno del presidente de la República.
Antes de escribir esta columna pensé titularla “Lázaro, levantate que nos roban” tratando de hacer un irrespetuoso paralelo con la mención del Nuevo Testamento, en la que Cristo hace resucitar a un muerto llamado Lázaro, diciéndole “Levántate y anda”. Si Jesús hubiera hablado en los caminos uruguayos diría “levantate”. Me permito imitarlo fantasiosamente y decirle a nuestra gente “Levantate que nos roban”. Si el pueblo no despierta en este escándalo donde todos parecen culpables menos el presidente que ni se hace cargo, porque está en Estados Unidos, trato de gritarle “LEVANTATE QUE NOS ROBAN”. Si seguimos durmiendo mientras miramos la novela de espionaje “Caso Marset”, no vemos el “caso Lacalle”, y el país se cae a pedazos.
Creeme que todos tenemos responsabilidad en este momento. La cascada de información proveniente de todas las vertientes, no debe pasar de largo. Este no es un caso de responsabilidades menores. No se arregla con que Bustillo se haya ido; ni terminará si destituyen a Maciel, a Lafluf o a Magoya. La única vía de detener el bombardeo sobre la democracia, es que el presidente se responsabilice de su deterioro; admita que el modelo de tratar los asuntos del país que ha impuesto, es negativo y perjudicial, propio de una organización que no tiene como objetivo gobernar. Me sumo a las expresiones del presidente del Frente de que estamos para respaldar la institucionalidad. No pedimos un helicóptero para que se vaya Lacalle. Debe quedarse para gobernar, no para mandonear una pseudo democracia que protege intereses reñidos con la ley. Para fortalecer al país cumpliendo sus leyes y respetando sus tradiciones republicanas. Si no se hace, seremos una pantomima de nación, ideal para el aterrizaje de avionetas cargadas de miseria.
Todos somos responsables de militar (hablando, escribiendo, manifestando, informando, exigiendo) para que la ley, su cumplimiento y el respeto de la verdad sean nuestro cimiento. Si no lo hacemos, no nos quejemos de que la corrupción, como la creciente, se lleva todo.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante.
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