Relato oral con evocaciones muy distintas de una triste jornada histórica, a 50 años del golpe de Estado
Julio María Sanguinetti tenía 37 años y era diputado colorado.
El golpe de Estado era una crónica de una muerte anunciada, porque el golpe de Estado se inició en febrero. El golpe de Estado no fue en junio, fue de febrero a junio. En febrero fue el momento de la insubordinación militar: salen los tanques a la calle, se proclama que iban a gobernar, que iban a participar de la vida del gobierno, sacan su programa de gobierno y los comunicados 4 y 7, rechazan el nombramiento del ministro de Defensa, cosa que le imponen al presidente y luego le imponen un Consejo de Seguridad Nacional, en el cual actuarían. (Sanguinetti)
Lucía Topolansky tenía 28 años y era guerrillera del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). En 1973 estaba presa en el penal de Punta de Rieles.
Nosotros veníamos analizando, a la interna del MLN, que en Uruguay se venía un golpe de Estado. Para nosotros no fue un día ni dos fechas, fue un proceso. Empezó con las medidas prontas de seguridad reiteradas y una cantidad de cosas… Si bien todos supimos lo que había pasado en febrero, eran todas informaciones recortadas. Pero para poder informarnos, salvo las visitas —que se hacían a través de un vidrio con un teléfono que lo cortaban cuando el familiar decía algo que no querían que escucháramos—, era difícil que llegara buena información. La información llegaba con el ingreso nuevo de compañeras, cuando caía alguien nuevo. (Topolansky)
Pablo Mieres tenía 13 años, y era estudiante liceal.
En febrero me acuerdo perfecto cuando comienza la crisis, el viernes ese de un fin de semana muy intenso, que Bordaberry convoca a la Plaza Independencia, con un fracaso total. Y además, cuando se cerca la Ciudad Vieja y mi padre tenía el estudio jurídico en la calle Juncal y Cerrito, tenía el problema de que quedaba atrapado. Al final salió sin ningún problema, y me acuerdo cuando se fue resolviendo el tema hasta el final, con el acuerdo de Boiso Lanza. Mis familiares hablaban mucho de política, estaban muy metidos. (Mieres)
A partir de allí, ya quedó el poder civil subordinado al poder militar, y era evidente que veníamos caminando hacia el golpe. Es más, el golpe de febrero se produce en una catarata de hechos que empieza el 1° de febrero, cuando el senador Amílcar Vasconcellos denuncia que hay un complot para tirar abajo las instituciones. Desde ese momento, teníamos la certeza de que ese movimiento estaba dirigido a tirar abajo las instituciones. Entonces, de febrero a junio sobrevivimos malamente, con episodios de fuerte intervención de las Fuerzas Armadas, y luego, cuando se piden los desafueros de Vasconcellos y de (Enrique) Erro, fue de algún modo, el desencadenante final. Pero este doloroso proceso fue cualquier cosa, menos sorpresivo. (Sanguinetti)
Danilo Astori tenía 33 años, era contador y decano de la Facultad de Economía.
Uruguay tiene un comportamiento económico muy lamentable, muy precario, desde mediados del siglo XX, y con ese comportamiento precario e insuficiente se alimenta todo un caldo de cultivo de enfrentamiento que se prolonga durante casi medio siglo. En ese contexto surge el poder militar queriendo hacerse cargo de una situación de desorden, de estancamiento, de malos resultados económicos y sociales, y entre otras cosas, emiten los comunicados 4 y 7 en febrero del 1973. Ahí está el golpe ya incluido, está prácticamente anunciado el golpe. (Astori)
Comenzó una reunión en la noche del 26 y la madrugada del 27, y a las pocas horas, los generales (Esteban) Cristi y (Gregorio) Álvarez entran al Palacio Legislativo. De modo que fue algo muy penoso, muy doloroso, pero no sorpresivo, porque era evidente, se veía venir. Lo habíamos denunciado una y otra vez. (Sanguinetti)
Luis Alberto Lacalle Herrera tenía 31 años y era diputado del Partido Nacional.
El 26 estuve en el Parlamento, se producía una ceremonia muy común, porque dejaba por licencia su banca el senador Washington Beltrán y en su lugar ingresaba el escribano (José Francisco) Jaso, y yo asistí a ese momento en el que quien asume jura respetar la democracia y las instituciones y blabla. Yo estaba con uno amigo de mis hijos y le dije: “¿Ves? Este es el sistema democrático uruguayo, tan fuerte como es”. Como verás, mis dones de profeta parecen devaluados…
Entonces, en la noche, en las garitas que rodeaban el penal, nosotros habíamos visto que los soldados, que se aburrían allí haciendo guardia, tenían radios. Y en las radios escuchaban música, pero también en aquella época pasaban noticias que eran pildoritas, ¿no? Intentábamos prestar atención porque nos daba para escuchar algo, y nos llamó la noche que esa noche empezaron a pasar marchitas militares, una atrás de otra. Y dijimos: “Ta, se dio el golpe”. Porque era raro eso. (Topolansky)
En la Universidad el golpe llegó más lentamente que en otros sectores. El golpe no se instauró, de hecho, efectivamente, al mismo tiempo que en otros ámbitos. La Universidad no fue incorporada en junio a la dictadura que se instauraba en el país por parte de las autoridades militares. Recién llegó en octubre de 1973. No es que hubo clases con normalidad… Desde mucho antes sabíamos que habría un golpe, lo intuíamos, veíamos toda la gestualidad previa. Sabíamos que se venía (Astori)
Después que había pasado febrero, con los comunicados (4 y 7), pensé que no iba a llegar a más la cosa. Y bueno, me fui a dormir y en la madrugada del 27 me despierta mi mujer y me dice: “Clausuraron el Parlamento”. Y yo, con serenidad le dije: “Bueno, mañana me preocupo” y seguí durmiendo. A la mañana ya anduvimos en las primeras vueltas ilegales, porque no se podía hacer otra cosa. Fuimos al directorio (del Partido Nacional) y empezamos a juntarnos. (Lacalle Herrera)
¿Dormir? No, no… Ya estábamos siguiendo los acontecimientos. Ese golpe de Estado no fue un relámpago, que cayó del cielo, ¿no? Fue la secuencia de un largo proceso de deterioro de las instituciones del país, que empezó cuando se recurrió al camino de la violencia con un grupo de muchachos que quisieron hacer una revolución a la cubana y que fue generando una situación que alfombró el camino a lo mesiánico de militares que, embriagados porque habían derrotado a los anteriores, se atribuyeron el poder. Desgraciadamente, esa dialéctica fue funesta. (Sanguinetti)
Yo dormí esa noche del 26 para el 27 en la facultad. No porque supiera que al otro día se instauraría en la universidad el golpe; lo hacía para estar al frente de cualquier problema que ocurriera. Me fueron a buscar a mi casa la noche anterior, no me encontraron (yo estaba en la facultad) y al otro día cae un coronel Arregui, y me pone un revólver arriba de la mesa del decanato y me pregunta: “¿Dónde están las armas?”. Te imaginarás mi respuesta, y ahí marché para la Cárcel Central, estuve detenido y enjuiciado militarmente por tres años. Ya desde el mismo día del golpe. (Astori)
Guido Manini Ríos tenía 14 años, iba al liceo, al Liceo Militar.
Yo iba en ómnibus al liceo, desde mi casa en Carrasco hasta Avenida Italia y Garibaldi, y ahí caminaba por Garibaldi ocho cuadras hasta el Liceo Militar. Lo hacía todos los días eso. Ese 27 de junio, sin tener ni idea de lo que había pasado en la madrugada, yo llego al Liceo Militar y había una movida media rara, nos mandaron a todos a un salón. Y en un salón de clases, viene un oficial, nos explica lo que había pasado en la madrugada anterior —sin abrir juicios, simplemente dando la noticia—, y nos informa a todos que teníamos un mes de licencia. Era desde esa fecha hasta el último día de julio o 1° de agosto sin clases, un mes entero de licencia. Si bien íbamos a tener las vacaciones de julio, esto era como duplicar las vacaciones. Y contentos todos por el mes de licencia, nos fuimos cada uno para su casa. (Manini Ríos)
José Mujica era un líder del MLN, y como tal, estaba preso.
¡Ubicate: yo estaba preso! Pero no estaba preso en cualquier lado. Estaba apartado y solo, en Santa Clara de Olimar, en un cuartel. Me enteré porque sentí el cuchicheo de los milicos. Nada más, ¿viste? Me enteré de mañana temprano, así, porque sentí por la puerta los comentarios de los milicos. Decían: “Los viejos dieron el golpe”, algo de eso decían. Le decían “los viejos” a los generales. Y acá rato la radio pasaban marchitas, marchitas militares. Los milicos de noche escuchaban siempre la radio. Fijate que yo estaba en… Por ejemplo, Los Olimareños estaban prohibidos, pero de noche escuchábamos Los Olimareños, porque los milicos los escuchaban bajito, ¿viste? Son esas cosas que a los organismos de seguridad se le escapan. (Mujica)
Según lo que demuestra nuestra historia, los tupamaros no se alzaron para luchar contra una dictadura, que no existía. Y la dictadura no se instauró para luchar contra los tupamaros, porque éstos ya estaban liquidados en 1973, ¿verdad? (Astori)
El 27 nos reunieron en un hall y nos leyeron un boletín firmado por (Néstor) Bolentini, que explicaba que se había enviado al Parlamento el desafuero del senador Enrique Erro y como eso no se había votado, y amparándose en un artículo de la Constitución, se habían disuelto las cámaras. Como ya estábamos presas, no éramos el foco de atención de quienes daban el golpe. Lo que hicieron fue suspender las visitas y suspender el trabajo… porque cuando nosotras salíamos a trabajar se precisaba una custodia, y sacaron nada más que un grupito pequeño de compañeras elegidas a dedo, como señal de algo, no sé… Y después nosotras no supimos más nada, hasta que 15 días después se retomaron las visitas y algunas cosas pudimos ir pescando, fundamentalmente por las compañeras que empezaron a llegar al penal. (Topolansky)
Fernando Pereira era un niño de 7 años, comprendido en una familia de izquierda.
Me acuerdo de una conversación con mi abuela Gloria, en la que le preguntaba por mi madre y mi padre, y me decía que estaban haciendo una huelga. Tuve que esperar mucho tiempo para entender que esa huelga era en defensa de la democracia, era en contra de un golpe de Estado, y que en cierta medida, esa huelga era en defensa de la sociedad democrática en la que ellos se habían criado y defender los valores democráticos que traían de su más tierna juventud. (Pereira)
Yo volví caminando por Garibaldi hasta Avenida Italia, recuerdo que en el camino un par de personas -bolicheros, comerciantes- nos saludaban con deferencia, algo diferente al resto de los días. Nosotros íbamos uniformados, con un saco azul, corbata y un escudito que decía Liceo Militar, y el pelo extremadamente corto, que en aquella época no se usaba, entonces estábamos claramente identificados como pertenecientes al Liceo Militar. Y el par de saludos que hubo en el camino fueron, yo diría, amistosos. Lo veo como que era gente que no tenía ningún tipo de protesta por lo que estaba pasando, eran comerciantes de la calle Garibaldi. (Manini Ríos)
Lo viví siendo un niño… Tengo recuerdos de cómo mi familia se fue desintegrando por el exilio o por la prisión, cómo mi padre perdió el trabajo apenas dos años después… Recuerdos dolorosos, pero también heroicos de un pueblo que supo enfrentar a una dictadura, con una huelga general de 15 días, tal vez un hecho inédito en el mundo, que llevó a Álvaro Rico y a un grupo de investigadores a escribir ese hermoso libro que se llama 15 días que estremecieron al Uruguay. Y son 15 días de huelga de trabajadores y trabajadoras valientes que enfrentaron al terrorismo de Estado, a la dictadura, como saben hacer los trabajadores y trabajadoras uruguayos. (Pereira)
Balconeamos, sabíamos cuál era la resolución de —en esos años— la CNT, que era huelga general frente a un golpe de Estado. Fue mucho después que nos enteramos cómo fue la huelga, la movilización del 9 de julio y otras cosas. (Topolansky)
Nos enteramos del golpe por la radio, por las noticias que había. Yo no estaba en el Palacio, porque la reunión era del Senado y yo era diputado, pero ya teníamos la certeza de que el Palacio estaba siendo rodeado y eso iba a ocurrir. (Sanguinetti).
Un diputado, un “diputadito”, un niño y dos liceales
El golpe fue en la madrugada temprana. Yo era un diputado joven, un diputadito… No estaba en los mayores niveles de información, chismes y qué se yo. Y bueno, después que había visto que lo de febrero se había, más o menos, laudado, a nivel nuestro no sabíamos qué se venía. Que había algo raro, sí… Y bueno, después nos aclaramos bien de lo que había pasado. (Lacalle Herrera)
Me acuerdo claramente que el 27 de junio fue un día gris, con una pequeña lluviecita, frío, un clima que acompañó esa situación. Y yo, la verdad, sentía mucha tristeza, ¿no? Era un gurí, estaba en tercero de liceo, me despertó mi padre para decirme que había habido un golpe de Estado y que no iba a haber clases. (Mieres)
En ese momento no tomé real dimensión… En mi casa había mucha precaución de que la niñez nuestra fuera protegida, de que fuéramos a jugar a la placita, de que correctamente fuéramos a la escuela, de que no nos faltara la merienda, de que se nos dieran momentos de alegría, de contarnos un cuento. En casa nunca faltó una madre o una abuela que nos contaran un cuento, y eso hizo que quizás haya pasado desapercibido un tema, que probablemente lo haya podido analizar con claridad seis o siete años después. (Pereira)
Al no haber clases, me fui para mi casa y ahí estaban los comentarios de lo que había pasado. Yo era el octavo de nueve hermanos. Mi padre había fallecido hacía dos años, y los comentarios eran de mucha avidez por lo que estaba pasando, que esto, que lo otro. Y después, recuerdo que las cosas siguieron con bastante normalidad, a pesar del golpe. Por ejemplo, a nivel Universidad, yo tenía un amigo que era vecino del barrio, que vivía a media cuadra, con el cual conversaba cada vuelta y media, era unos cinco años mayor que yo, y él iba a la Universidad y él siguió yendo, las actividades universitarias no pararon. Hasta fines de octubre no se tocó, no hubo cambios inmediatos a nivel de la enseñanza superior. Y a nivel de liceo, se adelantaron las vacaciones de julio, pero no hubo mayores cambios. Por lo menos, la gente que uno conocía, como que la actividad para ellos siguió normal. (Manini Ríos)
La dictadura no tomó las riendas de la facultad ni de la Universidad, entre otras cosas, porque no tenía quiénes sustituyeran a las autoridades existentes. Pero había gestos permanentes de agresividad. Por ejemplo, rodear el edificio universitario era algo que resultaba prácticamente a diario, a tal punto que muchas veces no se podía salir del edificio central de la Universidad, porque no se podía volver a entrar. Llegamos a establecer turnos entre nosotros para ver quién salía y quiénes se quedaban para enfrentar cualquier eventualidad. Eran constantes agresiones y gestos de amenaza, como diciendo: “Miren que les va a tocar en poco tiempo”. Hasta que el 27 de octubre se produjo la sustitución de las autoridades de la Universidad. A mí me tocó salir para organizar el sepelio de uno de los estudiantes que murió como consecuencia de los enfrentamientos. Me refiero a Ramón Peré, un estudiante de Veterinaria… Me golpeó muchísimo su muerte. Estábamos en un clima de agresión permanente. (Astori)
¿Si me alegré por no ir al liceo? Y… más o menos, porque yo tenía conciencia que no era bueno, por eso digo que acompaño esa idea con un clima gris, que así fue el día del 27 de junio. En la noche jugaba Uruguay contra Colombia, por las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 74, y perdimos 1-0. Se jugó igual, no me acuerdo si era en Montevideo o en Bogotá. Después igual clasificamos, porque le ganamos 4-0 a Ecuador en el Centenario, ahí yo fui, pero eso fue unos días después. (Mieres)
Yo tenía una corta edad sí, pero tengo esos recuerdos que luego los pude ordenar, cuando tenía otra edad. Y colocarme del lado de la mecha que me parecía el correcto: ser un hombre de paz, de diálogo, de acuerdo, de estudio, de ver el humanismo cristiano como una forma de pensar, pero también de ver a los otras corrientes que hay en Uruguay como corrientes democráticas que ayudan a construir consensos sociales y que ayudan a construir sociedades más potentes. (Pereira)
La sesión del Senado se terminó de dar a la 1.40 de la madrugada del 27 de junio, con encendidos discursos. Por eso mismo, el lunes 26 nosotros estábamos en el Comité Ejecutivo Nacional, haciéndole un homenaje a los senadores batllistas que se habían enfrentado al golpe en ese momento, presidida la sesión por otro senador batllista, Eduardo Paz Aguirre. Estaban Hierro Gambardella, Vasconcellos, Grauert, Constanzo, y el vicepresidente de la República (Jorge Sapelli), que no estaba en ese momento, porque había ido -justamente- a hacer tratativas, digamos así para detener la situación. El 26 ya era inevitable, como ve. Y todos lo dicen. (Sanguinetti)
Mi mujer me anunció que se había cerrado el Palacio, y yo había entrado perfectamente el día anterior. Muchos diputados estaban sacando sus cosas. Se ve que había un clima de que se venía algo… yo francamente, no lo vi. El 27 fui al directorio del partido, no había mucha gente, porque el sistema político y sus representantes se desparramaron, algunos se fueron del país, otros volvieron, otros ya no volvieron más, como (Wilson) Ferreira. No había ni una coherencia, ni una coordinación, ni un lugar de convocatoria. Si en el directorio no había nadie, usted calcule cómo era la cosa. (Lacalle Herrera)
Yo entendía lo que puede entender uno a los 14 años. Yo me daba cuenta que era un hecho histórico, pero el verdadero significado de eso no lo podía aquilatar mucho. En las conversaciones con mis hermanos más grandes había comentarios sobre lo que había pasado, se hablaba mucho del desafuero de Erro, pero no había ningún análisis profundo en el sentido de juzgar la cosa, ni a favor ni en contra. Era más bien informativo. Ese día el noticiero hablaba bastante del tema, pero honestamente teníamos otras prioridades, otras preocupaciones propias de esa edad. No estaba tan politizada la cosa, como puede estar hoy. (Manini Ríos)
Yo tenía la idea de lo que había ocurrido era muy grave, y muy negativo. Ese es el recuerdo que tengo. En el entorno había opiniones distintas. Mi opinión, mi impresión, de un chiquilín de 13 años era esa: que se venía una época gris. MI vieja, además, estaba muy en contra de lo que pasó, y también eso lo recibía yo. Mi madre era blanca, wilsonista. Un tío mío escondió en su casa a uno de los abogados de Wilson. Papá trabajaba en el Poder Legislativo, era abogado del Palacio, entonces el impacto se veía en lo inmediato. La sensación que yo percibía de mi entorno familiar era de una gran incertidumbre, y de una cosa que era negativa. (Mieres)
Estaba en casa de unos correligionarios, siguiendo los acontecimientos. No me acuerdo de quién era esa casa, porque estuvimos cambiando de casas… No sabíamos qué iba a pasar, nos podían meter presos a todos. Estábamos tratando de hacer contactos con unos y con otros, para ver qué ocurría. También teníamos amigos dentro del Ejército, y muchos fueron destituidos después. (Sanguinetti)
Yo seguí la carrera militar, estaba en una institución que en cierta forma era protagonista en esos años, pero sin ningún tipo de poder decisión por la edad, y por el lugar donde me tocó. Cuando se termina la dictadura, en el 85, yo era teniente del Ejército y cuando empezó yo iba al Liceo Militar. Así que esos años, que son más de encierro que de libertad, uno los pasó en una especie de burbuja, con poco contacto con el mundo, digamos, de la actividad normal del país. (Manini Ríos)
Nosotros vivimos una adolescencia con represión fuerte, con represión incluso en la vida cotidiana: había libros que no se podían conseguir, discos que no se podían escuchar, el pelo corto, la prohibición de la barba, la pollera larga en las chiquilinas, yo tenía una opinión muy crítica desde siempre a la dictadura. (Mieres)
Por supuesto, el golpe de Estado no tenía ningún sentido en ese momento ni pretexto posible, porque la guerrilla estaba totalmente desmantelada. O sea que era un argumento fallido el que invocaban. Tan equivocado como el que, en su tiempo, en plena democracia hicieron los que iniciaron un presunto proceso revolucionario que terminó como terminó. (Sanguinetti)
Durante la dictadura, a mí me pusieron una bomba los tupamaros en abril del 72, y el 6 de julio del 73 me llevaron las Fuerzas Conjuntas, encapuchado con una funda de almohada de mi casa. ¿Por qué motivo? Los argumentos no eran muy necesarios, pero en este caso fue que publicábamos una hoja clandestina que se llamaba Resistencia Blanca. La pescaron y marché. Esa publicación nuestra fue del 29 o el 30 de junio. Estuvimos encapuchados dos días en lo que después me enteré que era la antigua Cárcel del Pueblo, después nos llevaron a la dirección de Inteligencia. Ahí estuvimos hasta el 22 de julio. (Lacalle Herrera)
¿Los 12 años de dictadura? Un desastre. Un verdadero desastre. Porque no sólo estuvieron en juego la pérdida de libertades y de cuestiones elementales. Cuando ves la historia del salario, lo que pasó del 60 pa’ adelante, se te caen las medias. El pueblo uruguayo retrocedió formidablemente. Y creo que es una lección para aprender, porque con el golpe de Estado, por una parte, se levantaba el estandarte de contra la corrupción, entre otras cosas. Y pasaron cosas que son increíbles… Algún día habría que averiguar qué pasó en la represa de Palmar, que se hizo en aquella época. Le mintieron al pueblo uruguayo que estaban generando energía eléctrica, y tardó un año en producir. Y otras cosas que valdría la pena averiguarlas…(Mujica)
¿Dilema por estar formándome como militar durante esos años? No, no… Yo estaba enchufado en las tareas que me tocaba hacer desde el punto de vista profesional. No tenía ese tipo de planteos. Me tocó transitar por institutos, dar clase de distintos temas. No existía ese tipo de análisis ni de críticas, porque aparte no nos daba ningún tipo de participación en el manejo público. (Manini Ríos)
Tempranamente, me vinculé a la Iglesia Católica y la Pastoral Juvenil era un ámbito de resistencia, de resistencia. Yo integraba los grupos de reflexión, estaba el tema del Concilio Vaticano II, por ahí por el 75, 76, participaba de un movimiento dentro de la Iglesia Católica de reivindicación de la libertad y el pluralismo, o sea que fui opositor temprano. Después ya ingresé a la vida político partidaria en el 78, 79. (Mieres)
Cinco años después del golpe, zafé de los vinos envenenados. Mi mujer me dijo “no tomes”, y la vacié entera. Fueron “años interesantes”, como decía un amigo mío. (Lacalle Herrera)
Fui expulsado de todo el ámbito de la enseñanza y académico. En segundo lugar, estuve sometido a la justicia militar. Yo tenía que ir una vez por semana al juzgado, durante tres años estuve haciendo eso. Y por lo tanto, estaba buscando fuentes de trabajo y de permanencia en el Uruguay para mantener a mi familia, y seguir activo yo en mi especialidad, justamente la docencia y la investigación. Di mucha clase, mucha docencia, en toda América Latina, porque algunos organismos internacionales me contrataron, y la dictadura uruguaya me permitió salir al exterior a dar esas clases, y volver, por supuesto, con la obligación de volver para mantenerme bajo control. Pero me dediqué a la docencia y la investigación, solo que fuera del país. (Astori)
“Como andar en bicicleta”
Una democracia fuerte se basa en que haya partidos, ideologías y organizaciones sociales fuertes. En eso he gastado gran parte de mi vida, y lo he hecho con mucha felicidad. (Pereira)
Nunca hay que dar la democracia por sentada. Uruguay también tenía una democracia fuerte en los años 50, y hasta principios de los 60, y eso se fue deteriorando, hasta que un día se rompió. Por lo tanto, nadie tiene el futuro garantizado en materia de libertades y de democracia, se deben cuidar siempre. El Uruguay es una de las democracias plenas del mundo, y eso es motivo de orgullo, pero, también es motivo de compromiso y de trabajo permanente. (Mieres)
Nadie está vacunado contra un golpe de Estado, nadie tiene vacuna e inmunidad. Lo que tenemos que hacer es entender que si perdimos la libertad es porque habíamos perdido la tolerancia, si perdimos la democracia es porque antes habíamos perdido la paz. Quiere decir que, al final, el tema es respetarnos, discutir, cada uno con sus convicciones, con toda la pasión, pero sin descalificaciones personales, sin recursos a la violencia, ejerciendo la vida democrática con plenitud y con respeto. (Sanguinetti)
Yo siempre digo que es como andar en bicicleta: si no se pedalea, se cae. Y el pedaleo consiste, primero, en las personas, cada uno de nosotros: ¿qué hacemos? Votamos. ¿Votamos bien? ¿Votamos comparando, eligiendo realmente? Bueno, primera cosa: votar de la mejor manera posible, hacerlo con información y con un poco de seriedad. No es un episodio cualquiera. (Lacalle Herrera)
Creo que a la hora de la verdad, por ahora, no veo que haya síntomas de resquebrajamiento, sí de polarización. Pero estamos muy lejos de una instancia donde podamos decir que la democracia está en riesgo. Lo cual no quiere decir que hay que bajar la guardia. Al contrario, hay que estar atentos a las señales que puedan significar tendencias de ruptura. (Mieres)
La única forma de buscar que nunca más se repita lo que pasó hace 50 años es respetar las instituciones, respetar la Constitución, aceptar la voluntad de las mayorías, aceptar los pronunciamientos populares. Es decir, respetar la institucionalidad que nos dimos como pueblo. Ese es el mayor seguro para que no vuelva a haber un quiebre institucional. (Manini Ríos)
La democracia tiene sus fragilidades. No es perfecta porque es una construcción humana. Es como decía (Winston) Churchill: “Es la mejor porquería que pueda haber”. Porque tiene defectos, tiene una enorme desigualdad, permite con la desigualdad económica una concentración de poder enorme, pero promete que somos iguales ante la ley (ante la vida, la cosa no es lo mismo), pero, así y todo, hay que lucha por sostenerla, porque tiene una gran ventaja: no se reconoce perfecta, si no mejorable. Y las otras aventuras, hasta ahora, han demostrado que son peores. (Mujica)
La democracia requiere de las cosas básicas (que los poderes funcionen, que haya separación de poderes), pero también que funcione el diálogo entre gobierno y sociedad, el diálogo entre gobierno y partidos, que las nuevas generaciones entiendan el modelo democrático como parte de la superación de los problemas que enfrenten. Que no vean a los partidos políticos como una forma de ascenso social, si no como una manera de dignificar la política. Y requiere conversar de estos temas de forma sostenida y permanente con nuestros hijos. Y también escuchando lo que ellos sienten, es decir, pudiendo escuchar a las nuevas generaciones. (Pereira)
Luego, los dirigentes políticos: llevar las cosas hasta cierto grado, no a los extremos. Los dirigentes sindicales: lo mismo, llevar las cosas a un nivel razonable, pero no hacia la destrucción, la lucha de clases, y todas esas consignas viejas que ya no existen. O el Poder Judicial. Todo el mundo, cada uno en lo suyo y en sus competencias, tiene que actuar de la mejor manera y ola más prudente. Me parece que eso es lo que podría ser una vacuna. (Lacalle Herrera)
Si la democracia uruguaya es fuerte, es la más fuerte del continente. ¿Está en los mismos niveles de fortaleza que tenía hace algún tiempo? No. Y los datos de las encuestas son preocupantes, no al nivel de otros países, pero son preocupantes. Y para no preocuparnos todos los partidos y las organizaciones sociales tendríamos que trabajar intensamente en el fortalecimiento democrático. (Pereira)
Sé que en el Palacio Legislativo desaparecieron cosas, actas parlamentarias y algunas cosas en el período de la dictadura, pero igual hay material interesante, y compilar realmente todo lo que se pueda aportar, aunque las interpretaciones después sean diversas. Yo creo que la diversidad jamás debe ser un problema, pero deben estar todas las campanas sobre la mesa para que el ciudadano vea la complejidad de los hechos y entienda que no le sirvió a nadie el golpe, ni siquiera los militares y civiles que participaron del mismo. (Topolansky)
También hay doctrinas muy equivocadas, que están en la base de todo esto. Como aquellas que decían que las libertades formales de las constituciones liberales eran solo forma, y que mientras hubiera miseria y desigualdad, la democracia no existía. Esa fue una trampa mortal en la cual cayó mucha gente. No: las garantías formales de la democracia son formales y sustanciales, porque es la sustancia de la democracia. Entonces, decimos: por encima de todo la Constitución. Y todos esos otros atajos para llegar a paraísos, son todos equivocados, porque en ese camino, se termina siempre perdiendo la libertad. Lo sufrimos nosotros, lo sufrió el mundo en su tiempo, y lo siguen sufriendo todavía algunos países de Latinoamérica. (Sanguinetti)
Trabajar por el fortalecimiento democrático es una de las tareas de los partidos, y en la medida que no lo cumplamos, le estamos fallando a las futuras generaciones. Insisto en que la democracia potente se basa en que haya partidos y organizaciones sociales potentes, y eso es lo que hay que lograr mantener en Uruguay. (Pereira)
Tenemos que buscar permanentemente la vía de la convivencia y la autoestima que nos da el tener instituciones que se volvieron sólidas en las últimas décadas, gracias al esfuerzo de todos los uruguayos. Tener la voluntad de encontrar acuerdos, de respetar la opinión del adversario, de intentar tener la vía de diálogo al alcance de la mano, y a partir de esto buscar soluciones que tengan en cuenta las posiciones -aún enfrentadas que podamos tener- en el ámbito político y social, es, creo, la enseñanza más importante que debemos extraer de esta dolorosa experiencia. (Astori)
Mantener la tolerancia y el respeto. Es lo que hemos venido estado haciendo con mi colega Mujica, ¿no? Nos fuimos hasta Buenos Aires, hicimos un libro de conversaciones. ¿Por qué? Y bueno, porque estamos tratando de dar ese mensaje a las nuevas generaciones que no vivieron nada de esto. Que sólo ha oído, incluso muchos relatos que son fantasiosos, muchos de ellos. Pero no es la hora, en esta fecha, de pasarnos facturas por una cosa o la otra. Lo que sí digo es que es la hora de autoconvocarnos todos los uruguayos a seguir discutiendo desde nuestro punto de vista, de buena fe, sin recurrir a procedimientos violentos y tratando de respetarnos, por encima de todo. Y respetar la ley. (Sanguinetti)
Sí, claro, claro. Se puede tener muchas diferencias, y si nos ponemos a discutir con Sanguinetti, vamos a tener lío desde la época de (Venancio) Flores y (Manuel) Oribe. Pero convivir significa aprender a convivir con diferencias, y antes que nada, no contribuir a que el Uruguay tenga un circo político en lugar de lo que tiene que tener. (Mujica)
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