El 27 de febrero de 2021 fue el “día cero” de la campaña de vacunación contra covid-19. Tras meses de negociaciones —incluyendo la puja política con motivo de que Uruguay fue el último país de la región en adquirir las dosis—, aquel sábado de verano pusieron sus brazos los primeros vacunados. Desde entonces, y hasta fin de año, la infección que ocasiona el SARS-CoV-2 se ensañó, en particular, con quienes no se inmunizaron. Entre esa población se contabilizaron 5.454 defunciones por esta enfermedad.
“Las vacunas salvan vidas”, o “el principal objetivo de las vacunas es la prevención de las muertes” eran algunos de los eslóganes al comienzo de la campaña vacunal. Más de un año después, la estadística parece reafirmar esos conceptos. Porque entre la población a la que le fue administrada el esquema completo de vacunación contra covid-19 (hayan o no obtenido dosis de refuerzo), la infección por el coronavirus no estuvo siquiera entre los cinco principales motivos de muerte.
Dicho de otro modo: los uruguayos se mueren de las mismas cosas sin importar el estado vacunal (enfermedades del sistema circulatorio y cánceres a la cabeza), salvo cuando el motivo es covid-19 que se centra en los no vacunados. Eso no significa que las personas inmunizadas estén exentas de morir con presencia del virus. Por un lado, la eficacia de las vacunas de prevenir las muertes no es absoluta (ronda el 91% según los estudios). Por otro, no todos los sistemas inmunes son capaces de generar los niveles de anticuerpos requeridos para hacer frente a la infección (es el ejemplo de tres fallecidos por covid-19 con cuatro dosis, los tres eran inmunosuprimidos y tenían descompensada su patología base). Y, por último, hay variables que acrecientan las chances de padecer una enfermedad grave, sobre todo la edad.
Pese a estas excepciones, los datos oficiales demuestran que las vacunas funcionaron incluso mejor que las dosis para otras infecciones. La comparación más simple es con la vacuna antigripal (el virus de la influenza). Mientras que las dosis anticovid superan el 91% de eficacia a la hora de prevenir las muertes, las dosis antigripales rondan el 31%.
¿Las vacunas matan?
Cuando Uruguay entró en su primera ola de muertes a causa del covid-19 y los fallecidos diarios por ese motivo se contaban por decenas, en el segundo trimestre de 2021, los movimientos antivacunas adujeron que era la consecuencia de la campaña de vacunación que había iniciado pocas semanas antes. Por aquel entonces Uruguay lideraba en la velocidad vacunal y también estaba a la cabeza de las muertes per cápita.
La periodista británica Claire Wardle, una de las referentes en el estudio de la desinformación y de la llamada infodemia, explicó que una de las falacias más repetidas por los grupos antivacunas consistió en tomar dos datos ciertos (como el avance vacunal y las muertes con covid-19), pero usando un contexto engañoso (por ejemplo, no tomar en cuenta el tiempo ventana para adquirir la inmunidad o no considerar las medidas preventivas no farmacológicas).
Pero, por si quedaban dudas, los nuevos datos difundidos por el Ministerio de Salud Pública confirman que el año pasado no hubo ninguna muerte supuestamente atribuible a las vacunas.
La clasificación internacional de causas de muerte que guía a la Organización Mundial de la Salud, el CIE-10, recomienda que los médicos registren los fallecimientos por “efectos adversos de otras vacunas y sustancias biológicas” con el código Y59. Incluso para la emergencia sanitaria se creó un nuevo código específico para los “efectos adversos en vacunas de covid-19” (U12.9). Pero en el registro oficial no figura siquiera una muerte con estas clasificaciones.
Camilo dos Santos – www.elobservador.com.uy